viernes, 11 de junio de 2010

MINI CHALLENGE ESPAÑA - Una experiencia vital


Pongamos un Circuito cualquiera del Calendario de la MINI CHALLENGE, como pueda ser Jerez, Jarama o Estoril, el único fuera de nuestras fronteras. Espectacular circuito y con gran sabor histórico.


Y ahora, cojamos un equipo cualquiera que participa en esta Copa monomarca. Dicho equipo saldrá de su ciudad de origen el jueves a primera hora de la mañana (eso si no hay entrenamientos libres acordados para el mismo jueves, en cuyo caso saldría el miércoles). Ese viaje, con ese ritual previo de carga del coche y de material en el camión es, sin duda, el mayor y mejor momento de ilusión de un Equipo.

Cabe destacar que casi todos los equipos de la MINI CHALLENGE son privados y amateurs, es decir, no se dedican de forma profesional a la competición. En la mayoría de casos, detrás de un Equipo hay un Concesionario Oficial de la marca, como se puede comprobar en los nombres y patrocinadores de los coches, pero también hay algún preparador mecánico como responsable técnico del equipo e incluso el mismo preparador regenta varios equipos. E incluso, en casos muy concretos, el propio participante hace las veces de manager, responsable técnico y piloto.

Decimos todo esto, porque los medios y recursos con los que cuentan la gran mayoría de equipos de la MINI CHALLENGE son algo limitados. Aquí no hay telemetría, herramientas de alta precisión, tecnología avanzada, presupuestos desorbitados, ni nada por el estilo. Todo se basa en la ilusión, la pasión por las carreras y el espíritu de competición.

Pero en cambio, sí que, por su evidente gran atractivo y exquisita puesta en escena, este certamen cuenta con pilotos de primer nivel en el panorama nacional, como es el caso de Javi Villa (Campeón de España de F3 y piloto de GP2, entre otras cosas), el veterano Kuru Villacieros, los campeones de varias Copas monomarca José Manuel de los Milagros, Álex Royo, Fernando Navarrete, Luis Miguel Reyes o Luigi Mazzali, el portugués Gonçalo Gomes, y un gran elenco de avezados protagonistas.

Bien, tras el largo viaje en el que ha dado tiempo de conversar sobre todo tipo de temas, llegamos al circuito de destino. Momento mágico y de gran relieve, que se ve ligeramente truncado por tener que seguir una serie de pasos burocráticos: contactar con la organización para acceder al recinto, aparcar el camión en el paddock, identificar el box asignado al equipo para ese fin de semana (aquí no hay boxes cerrados e individuales, sino una gran carpa negra conjunta con espacios o plazas de 20 m2 para cada equipo), etc.
Una vez hecho esto, el ritual que sigue cualquier equipo que viva este mundo -es decir, todos- es el de atravesar los boxes, salir a pitlane y apoyarse en el muro para visualizar la recta y lo que te alcance la vista del trazado. Es algo así como sentir el circuito, decir “ya estamos aquí y éste va a ser el escenario”. En otras palabras, continuar con la magia del momento.

Seguidamente, viene lo peor: hay que descargar el camión, bajar el coche y todos los útiles necesarios para competir: neumáticos, llantas, gasolina, carros de herramientas, cajas repletas de material, recambios, emisora de radio, monitores, etc. Hay de todo, hay equipos que llevan toda su casa a cuestas de circuito en circuito (con motos, quads, sillas, neveras, bebidas, etc..) y hay quienes son más racionales y modestos, llevando lo justo. Cada uno en función de su presupuesto.

Una vez está todo colocado y organizado, el coche dentro del box y los útiles dispuestos, llega la hora de ir al hotel, registrarse, cenar y descansar lo máximo posible. A veces cuesta conciliar el sueño, mañana empieza el show y no es fácil dormir.
A la mañana siguiente, te despiertas enchufado. Ha llegado la hora. Ducha, desayuno y al circuito.


Lo primero, preparar el coche, alineación, reglajes, caídas, convergencias... Hay que dar con el set-up más adecuado para este trazado, en función del estado de la pista, condiciones meteorológicas, etc. Si ya tienes experiencia y conoces el circuito, recurres a tus datos recabados de anteriores citas. Si no, hay que probar diferentes opciones, hasta dar con el resultado óptimo durante los entrenamientos.

Llegan los Cronos oficiales y con ellos, los primeros nervios. Es el primer momento clave del fin de semana, porque determinará las posiciones de salida de las dos Carreras Clasificatorias (A y B). Normalmente, cada equipo tiene dos pilotos, uno hará la A y otro la B. Pero también hay equipos que tienen un único piloto para ambas.
Durante los cronos, la información entre el equipo y el piloto es fundamental: Hay que comunicarle por radio (o en su defecto, mediante pizarra desde el muro) en qué posición va clasificado en cada momento. Tiene poco tiempo para marcar su vuelta rápida y ésta se consigue con neumáticos nuevos. Hay quien sale directamente con ellos y hay quien prefiere dar unas primeras vueltas de adaptación con viejos, para luego entrar a pit, cambiar de neumáticos y salir a por la V.R.


Una vez acaban los cronos, todo el mundo se fija en sus monitores para ver los tiempos conseguidos de su piloto y de sus más directos rivales. Todos quieren conocer su posición de salida y la de los demás... Normalmente, luego hay un descanso para afrontar la primera Clasificatoria. Descanso que aprovecha el piloto para intercambiar impresiones con sus mecánicos, modificar o mantener parámetros, reglajes y últimos ajustes.
La clasificación de la Carrera A otorga unos puntos en orden ascendente (de menor a mayor, del primer clasificado al último) que se suman a los de la Carrera B. Finalmente, quien consiga menos puntos tras las dos carreras, más adelante se situará en la parrilla de salida para la Carrera Final del domingo (única carrera que puntúa para la Clasificación del Campeonato y la auténtica razón de ser de cada Meeting).

Tras cada carrera clasificatoria, el personal de Drivex (Empresa encargada de la organización técnica del Campeonato), pasa por los boxes para entregar las puntuaciones a los equipos, decisiones de Dirección de Carrera, sanciones, penalizaciones y demás avatares.
Con todo ello, definitivamente, se configura la parrilla de salida de la Final.


La Carrera Final de Resistencia es la esencia de la MINI CHALLENGE. Casi una veintena de coches en pista con salida lanzada compitiendo durante 45 minutos + 1 vuelta, poniendo a prueba su capacidad mecánica, de pilotaje, coordinación, trabajo en equipo y que debe prepararse previamente a la perfección (sobre todo el cambio de piloto). Nada puede fallar, al menos desde el apartado organizativo. Luego en la pista, puede suceder cualquier cosa y dar al traste con todo o incluso producirse el efecto contrario, esto es, salir beneficiado de una situación de carrera.
Realmente, no hay nada más emocionante que la Carrera Final. Es lo más importante del fin de semana y el motivo fundamental por el que estás ahí, con lo que el nivel de responsabilidad es máximo.
La salida y el cambio de piloto son, quizás, los momentos más relevantes y determinantes de la prueba. Salir bien, por la parte limpia, llegar a final de recta –donde se convierte en un embudo por el que deben pasar varios coches–, no tener ningún toque, encarar las primeras curvas y afrontar la primera vuelta sin problemas, es sin duda, un factor clave.
El otro llega en el ecuador de la carrera, cuando entre el minuto 20 y 30 se abre la ventana del “CHANGE ON” (cambio de piloto), en el que hay que cumplir un hándicap mínimo de tiempo asignado que abarca la entrada en pit, parada en el box para el cambio y salida de pit. Ajustar ese hándicap al máximo es el otro gran “secreto” de esta carrera. Si sobrepasas en 2 ó 3 segundos ese tiempo, luego es muy complicado recuperarlos en pista, ya que las diferencias entre los pilotos son mínimas (sobre todo en el grupo de cabeza) y llegan a rodar en la misma décima. Así pues, lo importante es “clavar” el tiempo.
Y por supuesto, el otro gran reto es terminar la carrera. Sobre todo, hacerlo sin sufrir ningún contratiempo.

Al finalizar la carrera y pasar por debajo de la bandera a cuadros, ya es motivo de satisfacción. Pero poder subir a uno de esos tres escalones del podio es un premio muy cotizado. Estar ahí es muy complicado y conseguirlo supone muchas cosas. Por ello, es imposible no dejarse llevar por la situación, estallar de alegría y que el momento no te arranque una sensación de euforia. Escuchar tu nombre, recibir un trofeo y descorchar la botella de champagne o cava es muy emocionante y durante horas, albergas una sensación inexplicable en el cuerpo como pocas hay en la vida: un sabor a triunfo, a victoria y a trabajo bien hecho.

Tanto si te ha ido bien, como si te ha ido mal, hay algo que es indiscutible: has participado y eso ya merece todos los respetos. Pero hay algo de lo que nadie se libra: recogerlo todo y volver a cargar el camión. Sin duda, un momento delicado, que se sobrelleva infinitamente mejor en caso de haber obtenido un buen resultado.Si la cosa ha ido mal, no has puntuado o, lo que es peor, no has acabado la carrera por avería, salida de pista o accidente, os podréis imaginar la experiencia que supone cargarlo todo y emprender el viaje de regreso a casa. Quedan cientos de kilómetros por delante para darle vueltas a lo sucedido, así que más te vale haber conseguido un gran resultado.

Eso sí, lo bueno, lo grandioso y mágico de las carreras es que siempre hay una próxima, siempre está la siguiente prueba a la vuelta de la esquina. Y siempre vuelve la ilusión.



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